martes, abril 21, 2009

Santiago nocturno

En la Región Metropolitana hay un pueblito que se llama Santiago, creo que debe su nombre a lo que Valdivia denominó “Santiago de la Nueva extremaunción ¿o Extremadura? Bueno, no importa. Lo que sí importa es que de noche este pueblito pequeño se transforma. La oscuridad se pone un traje de luces y sale a divertirse. Obviamente no hay diversión sin un par de copetes en el cuerpo o sin algunas lucas en el bolsillo. Así que la noche embriagada y autónoma recorre lugares inhóspitos para la gente del pueblo de más arriba: La Esconde ($$$) o Las Condes se llama, tampoco recuerdo bien su nombre. Estos lugares donde acude la noche son más bien simpáticos; si no hay pipeño, que es la bebida de la zona, es mejor irse a otro lugar. Que no haya pipeño o que no haya un cantor curao animando la velada es como ir al baño y que no haya confort. Lo cierto es que las horas no avanzWalkinan muy rápido y el lugar se torna peligroso ¡Hay mucho curao odioso! comentan los parroquianos ¡y a veces pelean hasta con las botellas llenas! ¡Sacrilegio! grita el viento que también está borroso. No es por simple pelambre, pero se han visto algunos profesores salir pisando sobre algodones allá en San Diego con Tarapacá. A veces, también salen junto a otros “amigos de lo nocturno” de allá al lado de Hites, en un tal 777.

Muchas cosas teje la noche, muchas hebras ideológicas se entrelazan en las conversaciones sobre las mesas grises llenas de humo y cenizas de cigarro. Por algunos momentos parece que el mundo va a girar y la tortilla se va a dar vuelta (tiemblan los cuicos) y es ahí cuando se torna más peligrosa la noche aún... nacen ideas nuevas, nacen nuevos guerreros, se subleva la memoria y comienzan a danzar las imágenes del Chicho y el Che. Se crean historias rebeldes, se habla de “paro” ¡Aleluya!.

Es, sin duda, un buen sitio para estudiar, para intercambiar opiniones. Es “la alternativa” para las discotecas con sus culos redondos; ya que no hay nada mejor que una buena conversa con los buenos amigos, fumándose un cigarro o cien, con la mujer de uno, con un “terremoto” viajando garganta abajo, y, rodeado de curaos güena gente.