martes, septiembre 06, 2011

Baly, entrañable amigo:

Baly:

Hay momentos en que es preferible olvidar.
Omitir que existimos y que tal vez nunca estuvimos.
Pero, es imposible, como la tarde.
La lluvia y el viento traen remotos recuerdos,
Nos moja y despeina la experiencia.
Los años vividos y las sorpresas de turno
Afloran y rejuvenecen cada vez en vuelo,
En una foto, una añosa imagen, una canción o
Tu voz grabada en la cinta de la memoria.
Ver tendido tu cuerpo más no el tiempo
Fue triste como el desfile de sentimientos
Y el darse cuenta que siempre estuvimos solos.
Que no alcanzamos a conocernos
Ni a darnos un último abrazo.
Que la violencia de los años maltrata el afecto;
Separa el pan, la dicha y el vino.
Sé que no estás al tanto de la vida
Ni de nosotros que nos quedamos muertos.
Pero, estamos atentos a ti y a tu improvisación
Nocturna por los avatares del silencio misterioso.
Dejaste la vida más no la tierra ni el canto.
Como sabes, fuiste parte importante
De nuestra época juglar y nuestro espacio,
Cuando descubríamos las flores y el lazo amistoso
De la risa.
Éramos jóvenes, sí, niños de amor, locura y guitarra
Poniendo canciones en el desvelo del sábado,
Durmiendo en estudio,
Trasnochando segundos,
Embriagando los noventa,
Soñando un viaje.
La disciplencia y el maniático afán de los años
Separó nuestros caminos de la música y la vida.
Pero, nos encontrábamos en cada esquina,
En los rincones azules de una canción difícil,
En el infierno victorioso del “femenino” o el agudo.
Y así pasaron los años nuevos ya viejos,
Y nos encontramos en lejana distancia como el hoy.
Ya son dos años de aquella tarde lluviosa y fría
En que te vi por última vez
Frío espacio de lágrimas contenidas
Y de preguntas.
Realidad inesperada.
Dos años en que tu último hálito fue un hasta siempre
Como el vaivén de la economía en las ollas pobres.
Pudimos sobrevivir aquella imagen
De tu fiel descanso.
Pudimos sobrevivir la dictadura
Del adiós eterno.
Nos quedamos dudando en esta tierra triste,
Con todos nuestros fantasmas atormentando
El cansancio de las canas.
El granizo de la losa y el adoquín recogen la lluvia
Que viene a lavar el recuerdo.
Un nuevo día se acerca inesperado como el tumulto
De los grillos.
Alto en el jardín tu presencia se ha ganado
Un espacio en la memoria de mi andar errante.




Septiembre de 2011

martes, junio 14, 2011

Tarde en domingo

Son estos los días
En que todo lo bueno choca contra el muro.
Ni las estrellas penetran con su tristeza.
Sólo la noche me despierta, celosa.
Cuando los llantos de la tarde
Me descubren como pocos,
El día seguirá corriendo tras la vida
O un amor.
Ya las flores se marchitan,
Primaveras.
Son estos días, sí, tan oscuros
Como unos ojos
Que van dejando un precipicio
Entre mis manos.
Mala tarde en domingo
Junio como septiembre;
Año nuevo terrible.
Pasajeros sin rostro.
Tiemblan todas las rosas,
Me alardea la muerte,
Tarde en domingo temible.
Mil adioses, amigo.
No todo es malo
Ni la sombra ni la luz
Que oculta el cielo;
El llanto hermoso
De mi hijo que retoza
En los brazos de su madre
Que se amilana entre sus ojos,
Hermosa.
Son estos los días
Cuando la vida se vuelve espanto
Entre silencios, sin darnos cuenta
Vamos perdiendo
Tantas hojas de otoño,
Tanto vino dormido,
Tanta risa inexacta,
Tanta música triste,
Vemos todo silente.
Como laguna ardiente
Siento todo rebelde
Y me asusta la noche
Ya no importan las cosas.

domingo, junio 12, 2011

No, señor...

No, señor, no he cambiado.
Me he quedado atrás en la fábula del pasado.
Me he vuelto de espalda hacia la luz.
Siempre es lo mismo,
que la lucha de clases, que el imperialismo...
Me detengo y me vuelvo.
Y soy anarquista del poema,
marxista en mi habitación,
sordo en la causa,
ciego en la ciudad.
Estas son las horas del tiempo,
de la revolución de las letras.
A esta hora maldigo del alto cielo,
me desnudo, me dibujo, me pierdo.
Pero, señor, no he cambiado.
Mis ojos aún no quieren ver,
la música fluye en el living,
la guitarra se sacude el polvo,
el azul se sufre.
Deambulan ante mí las sombras,
se encogen los tumultos,
se cantan los venceremos.
La vida gira. Sabe?
pero, no en círculos
(ni en cubitos)
La vida ya empezó su música,
con sus bemoles y temblores,
con sus claves y canastos.
En el pentagrama del pueblo
recogemos las plegarias.
Y vivimos alabando,
y mintiéndonos,
dándonos de latigazos
como esclavos del poder.
Ve, señor, no he cambiado.
Me asaltan los delincuentes
de la duda y el senado.
Estoy a la espera de algo,
ya ni busco, sólo espero.
Son varios años ya en lo mismo.
Muchas primaveras,
demasiados inviernos.
Señor, no he cambiado,
en ni un ápice,
en ni una flor.
Señor, es usted, con su sorna,
el que no quiere cambiar.

martes, mayo 31, 2011

Otro tiempo...

Algo ocurrió en el tiempo. Algo, tal vez, se detuvo antes de su morada definitiva. Quizá, el tiempo deambula por entre nosotros como los árboles sobre nuestras plazas y nos acongoja la mirada. La pena se vuelve escarcha. Nos hiela y acicala el alma. Tal vez un trozo del mágico sur vuelve retóricamente a nuestros labios y nos proyecta hacia el abismo. Tal vez, la lluvia escasa nos revela secretos de ciudad contaminada y abusada. Pero, son estos días grises los que llaman la atención. Es este sol que incandescente no logra repuntar aquellos grados tibios de otroras años. Serán las noticias que nos tropiezan las noches? La farandusilandia que se ha instalado en nuestra habitación? La llave que gotea dando el pulso animoso de un corazón amoratado? Lo cierto es que los días se vuelven complejos. La noche lleva pillado al día, decían los brujos allá en Talca; mientras mi tía abuela arrimaba la chuchoca a su olla cazuelera, en aquellas nocturnas tardes de adolescencia pseudocampesina de verano. Otra cosa tan cierta como una lágrima es que los años se van achicando, se disminuye el espectro, se reforman los segundos, se acorta la vista. Nuestra mirada se pierde en la niñez y se regocija a los veinte. Más aún, se empequeñece en los treinta y ya no da más para contar. Qué decir de los cuarenta! con sus desvaríos de madrugada, con su pragmatismo canónico, con su nueva forma de ver las cosas, aunque ahora se ven cada vez menos. Un retazo del pasado se acurruca en cada canción y sonreímos. La memoria es a corto plazo y a medida de lo conveniente. Vienes con las alegrías prometidas y llegas con un soplido acongojado, pero no eres tú. Es este tiempo que a menudo se detiene a pensar y le cuesta retomar el paso. Llegas, alegría, en el mejor momento, cuando el tiempo no da la cara y se esconde en la mirada del hijo que mira incrédulo a su padre que construye el futuro a pala y carbón. Llegas, alegría, en estos tiempos de frío polar y de sol magallánico, de puestas tardías de luna, de desentierro de muertos tristes y guitarras silenciadas. Tiempo de vid y parra. Desfilan en mí los corazones de mis antepasados campesinos y calicheros, electricistas y amigos del vino y la sed, de mi abuelo que partió sin siquiera saber dónde estaba y a dónde iba, de aquella tía que negó la luz y se fue dejando a su pobla y su prole a ciegas. Mi primo partió al encuentro, chicheando su pérsonal que robó a un impostor. Son todos y ninguno que construye mi tiempo. Morirán las golondrinas y los abuelos, las fiuras y los tíos, los corceles y mis padres. Quedarás, hija, y tú, hijo, a merced de este tiempo y de mi sonrisa viajera hasta que desaparezca de mi boca mínima. Hasta que deje de contar los días tristes del invierno y de los veranos tardíos de alerces y avellanos, de los socialistas revolucionarios que nunca fuimos y de los comunistas anarquistas que añoramos ser. Hijo, descansa en tu sueño tibio de tu mimbre moisés, que tu padre deambula otra vez en el tiempo que ni siquiera es el suyo y en la noche que le han quitado para soñar utopías...