martes, junio 14, 2011

Tarde en domingo

Son estos los días
En que todo lo bueno choca contra el muro.
Ni las estrellas penetran con su tristeza.
Sólo la noche me despierta, celosa.
Cuando los llantos de la tarde
Me descubren como pocos,
El día seguirá corriendo tras la vida
O un amor.
Ya las flores se marchitan,
Primaveras.
Son estos días, sí, tan oscuros
Como unos ojos
Que van dejando un precipicio
Entre mis manos.
Mala tarde en domingo
Junio como septiembre;
Año nuevo terrible.
Pasajeros sin rostro.
Tiemblan todas las rosas,
Me alardea la muerte,
Tarde en domingo temible.
Mil adioses, amigo.
No todo es malo
Ni la sombra ni la luz
Que oculta el cielo;
El llanto hermoso
De mi hijo que retoza
En los brazos de su madre
Que se amilana entre sus ojos,
Hermosa.
Son estos los días
Cuando la vida se vuelve espanto
Entre silencios, sin darnos cuenta
Vamos perdiendo
Tantas hojas de otoño,
Tanto vino dormido,
Tanta risa inexacta,
Tanta música triste,
Vemos todo silente.
Como laguna ardiente
Siento todo rebelde
Y me asusta la noche
Ya no importan las cosas.

domingo, junio 12, 2011

No, señor...

No, señor, no he cambiado.
Me he quedado atrás en la fábula del pasado.
Me he vuelto de espalda hacia la luz.
Siempre es lo mismo,
que la lucha de clases, que el imperialismo...
Me detengo y me vuelvo.
Y soy anarquista del poema,
marxista en mi habitación,
sordo en la causa,
ciego en la ciudad.
Estas son las horas del tiempo,
de la revolución de las letras.
A esta hora maldigo del alto cielo,
me desnudo, me dibujo, me pierdo.
Pero, señor, no he cambiado.
Mis ojos aún no quieren ver,
la música fluye en el living,
la guitarra se sacude el polvo,
el azul se sufre.
Deambulan ante mí las sombras,
se encogen los tumultos,
se cantan los venceremos.
La vida gira. Sabe?
pero, no en círculos
(ni en cubitos)
La vida ya empezó su música,
con sus bemoles y temblores,
con sus claves y canastos.
En el pentagrama del pueblo
recogemos las plegarias.
Y vivimos alabando,
y mintiéndonos,
dándonos de latigazos
como esclavos del poder.
Ve, señor, no he cambiado.
Me asaltan los delincuentes
de la duda y el senado.
Estoy a la espera de algo,
ya ni busco, sólo espero.
Son varios años ya en lo mismo.
Muchas primaveras,
demasiados inviernos.
Señor, no he cambiado,
en ni un ápice,
en ni una flor.
Señor, es usted, con su sorna,
el que no quiere cambiar.