sábado, septiembre 08, 2012

Baly, cumpa de épocas...


(...)

Ya ni me acuerdo, pero recuerdo.
Memoria de viajes, buses y furgones,
De andares remotos y de truncos sueños,
De historias menores y risas mayores.
Es curioso, pero, evoco aquella voz fina,
Aquel agudo al límite en la cueca.
Recuerdo, incluso, cómo grabamos;
Como salíamos de aquellas sesiones,
Mas no como entrábamos.
De cuando en vez veo las fotos,
No mucho, porque la memoria es inquieta;
Se rebela, se distrae de lo propio,
Se ancla al pasado y vuela poco.
Pero también escucho canciones,
Y te repaso alguna vez imitando
Cubanizando a Silvio, la Silla o
Salseando a la Stefan.
De cuando en vez ejercito la memoria
Y cada amigo que parte es una herida,
Es un pedazo nuestro que se muere,
Una historia que se esfuma.
Por eso los traemos a colación,
Para ayudarnos en la ausencia o
Para saldar deudas atrasadas en la época.
Este caso cumple los dos objetivos,
Recordar buenos tiempos, lejanos tiempos,
Pagar con monedas viejas nuestras deudas,
Nuestros rencores añejos y llegar a acuerdo.
También como un ejercicio de desvirgada
Presencia.
De hacer notable que de vez en cuando
Te recordamos sinceramente y no para
La evocación amarga de un afiche.
Aunque sea una vez al año nuestra mirada
Se fija en el recuerdo de la tuya…
Y brotan las palabras, las semillas a la heredad.
Decir que hablo por lo vivido
Como la primavera habla por las flores.
Baly, amigo, haces falta en la tierra,
Cual canto en la madrugada…

Obi Wan, Septiembre 7 de 2012...

viernes, junio 22, 2012

Lluvias para el sur

Bueno, y nos quedamos en silencio… sin vitrinas ni espejos en donde mirarnos. Ni siquiera un charco de agua en donde deshojarnos o en que llorar lo impresentable. Cierta vez cantamos tanto como mil voces y tal vez esa cantidad hemos cantado. Cantos ahogados de lluvia, de ventanas, de olor a leña; voces llenas de entusiasmo y de bemoles, de anarquía y de resolución… de defensa. Mirarme en esas imágenes que traías del sur era sentir que no estaba solo; era la compañía de la adolescencia mientras aprendía del miedo o del sabotaje de algún amor prematuro. Sabía que no todo estaba perdido, era seguir caminando. Nada más. La música sonando desde aquella vieja radio junto al marco de la puerta, mientras miraba la cinta como daba vueltas entregando paisajes del sur, ahogos valdivianos de ternura, con bosques tupidos, con amargura llena de calor; de tristeza y melancolía llena de futuro; eran mis tardes plenas, al son del dibujo y el presente que me caía abrupto y tenebroso. Sonabas desde aquella radio condenada al fracaso democrático y comercial. La noventa y siete punto uno, anunciaba los conciertos, tocaba vuestras canciones, tenía ese dial una marca roja aunque nunca se cambiaba, para encontrarla. Veía los afiches hechos a pulso pegados en Barros Arana. La foto de ambos en algún poste de calle Covadonga. Nos conocíamos de antes del ochenta y cuatro, tal vez de antes de la vida. No importa. Pero, crecimos juntos, a mansalva, a hurtadillas, en el silencio de la resistencia, en el temor, en la esperanza. Sabemos que el viaje tiene que terminar, unos antes, otros después. Para unos más triste, otros viajan llenos de incertidumbre. No es sólo que te hayas adelantado en tu partida, como Víctor, sino que un pedazo de mí también viaja, tal vez contigo, tal vez al sur junto a otro pedazo de mí. A medida que pasan los años, voy perdiendo estos pedazos de historia, de canto, pedazos íntimos que van abandonando mi ser, que lo van dejando a sombra de pájaro, a esencia tardía de ahumadas flores. Mucho aprendí de vuestro canto y vuestra poesía, de aquella manera irónica de describir el día a día, del sufrir, de la población, de la lluvia que siempre es triste. Tantas veces fueron espejos de mi canto, de mis días, de mis difíciles tonos menores, de mis poemas. Era tan fácil como correr las cortinas y abrir la ventana para que entre la mañana o seguir caminando. Cuánto hemos caminado! No hay caso, pero aún nos queda la última esperanza para aferrarnos a aquella luz que hablabas en tus islas al sur. Me cuesta hilar las palabras cuando prefiero estar en silencio. Pero, me urge escribir un retazo de letras o palabras en tu memoria, cuando tú tan bien nos describías y nos ponías frente al espejo de tus canciones. Qué increíble estar en silencio!. Nos perdemos en el tumulto. ¿Vendrán otros amigos bluyines del sur a cantarnos? A Nelson Schwenke in memoriam…

domingo, febrero 26, 2012

Recordando la música...

Muchos recuerdos retornan a mi mente cada vez que escucho alguna música. La vida es como un festival de sabores, olores y sonidos. Se mezclan, retuercen, se encajan allí, en algún recóndito lugar de la carne, hurgando, haciéndose un espacio, un órgano más dentro del carrusel interno. Pasa a menudo con alguna canción de aquellas, de la infancia, aquellas que escuchaban los tíos o los abuelos, los amigos del colegio, los compañeros de cada lucha en su momento. Son como un río que atraviesa vertical la vida, como la raíz de un árbol enorme. Sí, escuchar música es hablar de mi país, de la injusticia, de la alegría, del dolor, la bronca y el desahucio moral. La música que hago propia, que me la enseñan, que la aprendo sola, desde la radio, de tu voz melodiosa, de tu playlist…
Escuchando a Manuel García, me siento tres años menor. Es como redibujar aquella época en que nos conocimos, en que bosquejamos un futuro incierto, en que planificamos lo que no resultó y lo que logramos, aquello inesperado y tierno, es lo más hermoso que jamás hubiésemos añorado o pensado. Manolito con sus canciones, me trae a la memoria aquella música de aquellos años, donde mi puerta se abría a los sonidos de la nueva trova chilena y la vieja ola española y latinoamericana. Donde mis discos ya estaban rayados y mis cassettes yacían en la ventana…
(De tanto escucharlos pensé que estábamos en un país distinto, en una socialista república de la esperanza, creía que el tiempo se había detenido en el setenta y que Allende discurseaba en alguna pobla de por ahí…)
Y me recuerdan a viejos amigos que ya no están: Juanito (me lo imagino paseando por el cementerio, por donde yo trotaba). Al final somos todos pasajeros esperando la estación final. AL Rodri y Baly, compañeros de épocas tan distintas, pero tan miserables de justicia, como el ahora…
Agradezco a la vida que me trajo a ti y a tus canciones, aunque me den pena los recuerdos. Lo vago de mis recuerdos como lo vago de mi capacidad de oler me distrae de lo correcto… Agradezco a Gabriel, que me proyecta unos años más en la enviciada manía de no envejecer. Agradezco a la música, causa y solución de la mayoría de mis problemas. Agradezco el tenerte y recordarte a la vez (aunque no te hayas ido) junto a las canciones que me mostraste y que hoy escucho mientras escribo. A mi hija que escucha las mismas canciones (y otras por supuesto).
Pero, tres años atrás (casi cuatro, ya) escuchábamos esto… y nos enamorábamos, y nos engrupíamos, y discutíamos; y creímos en lo nuestro y ahora estamos aquí… a un par de metros de distancia, formando un triángulo con nuestro hijo, el triángulo de la vida, una comunión entre el ser y el estar, entre el decir y el hacer, la praxis de los sueños.
Te amo más que hace tres años…