viernes, junio 22, 2012

Lluvias para el sur

Bueno, y nos quedamos en silencio… sin vitrinas ni espejos en donde mirarnos. Ni siquiera un charco de agua en donde deshojarnos o en que llorar lo impresentable. Cierta vez cantamos tanto como mil voces y tal vez esa cantidad hemos cantado. Cantos ahogados de lluvia, de ventanas, de olor a leña; voces llenas de entusiasmo y de bemoles, de anarquía y de resolución… de defensa. Mirarme en esas imágenes que traías del sur era sentir que no estaba solo; era la compañía de la adolescencia mientras aprendía del miedo o del sabotaje de algún amor prematuro. Sabía que no todo estaba perdido, era seguir caminando. Nada más. La música sonando desde aquella vieja radio junto al marco de la puerta, mientras miraba la cinta como daba vueltas entregando paisajes del sur, ahogos valdivianos de ternura, con bosques tupidos, con amargura llena de calor; de tristeza y melancolía llena de futuro; eran mis tardes plenas, al son del dibujo y el presente que me caía abrupto y tenebroso. Sonabas desde aquella radio condenada al fracaso democrático y comercial. La noventa y siete punto uno, anunciaba los conciertos, tocaba vuestras canciones, tenía ese dial una marca roja aunque nunca se cambiaba, para encontrarla. Veía los afiches hechos a pulso pegados en Barros Arana. La foto de ambos en algún poste de calle Covadonga. Nos conocíamos de antes del ochenta y cuatro, tal vez de antes de la vida. No importa. Pero, crecimos juntos, a mansalva, a hurtadillas, en el silencio de la resistencia, en el temor, en la esperanza. Sabemos que el viaje tiene que terminar, unos antes, otros después. Para unos más triste, otros viajan llenos de incertidumbre. No es sólo que te hayas adelantado en tu partida, como Víctor, sino que un pedazo de mí también viaja, tal vez contigo, tal vez al sur junto a otro pedazo de mí. A medida que pasan los años, voy perdiendo estos pedazos de historia, de canto, pedazos íntimos que van abandonando mi ser, que lo van dejando a sombra de pájaro, a esencia tardía de ahumadas flores. Mucho aprendí de vuestro canto y vuestra poesía, de aquella manera irónica de describir el día a día, del sufrir, de la población, de la lluvia que siempre es triste. Tantas veces fueron espejos de mi canto, de mis días, de mis difíciles tonos menores, de mis poemas. Era tan fácil como correr las cortinas y abrir la ventana para que entre la mañana o seguir caminando. Cuánto hemos caminado! No hay caso, pero aún nos queda la última esperanza para aferrarnos a aquella luz que hablabas en tus islas al sur. Me cuesta hilar las palabras cuando prefiero estar en silencio. Pero, me urge escribir un retazo de letras o palabras en tu memoria, cuando tú tan bien nos describías y nos ponías frente al espejo de tus canciones. Qué increíble estar en silencio!. Nos perdemos en el tumulto. ¿Vendrán otros amigos bluyines del sur a cantarnos? A Nelson Schwenke in memoriam…