El centro de tu vientre escarbaré
buscando aquel llanto peregrino.
Son tantos sentimientos navegados,
amores que son flores de la tarde.
Tu rostro repartido en mi jardín
tendrá palabras y agua verdaderas;
serán como el crisol de la montaña
piedra, viento, pedernales del silencio.
En ti va cantando y floreciendo,
como lluvia en los alerces del otoño,
como un grito de amor de ruiseñores.
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Vendrás, serás el hijo de la vida,
un silencio tejido en mis telares.
Por eso tu pureza viajará,
se irá envuelto en nubes por el cielo.
Te sueño, semillero clandestino;
fulgor, herida turbia de la noche.
Volarás como el murmullo de los ríos
galopando en una pluma aventurera.
Siento aquella lucha como mía.
Corazones asonando en un desierto;
aunque sin aire y luz, pero viviendo.
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