miércoles, mayo 20, 2009

Benedetti, otra luz disminuida, pero, no perdida.

Asistimos en este tiempo al debate entre la literatura y el quehacer histórico del poeta o escritor en su deber con el pueblo. La partida de Benedetti, ha traido a colación este sentir profético de que el arte debe representar el sentimiento de las personas, su sensibilidad y su pasión intrínseca, ya que es a ellos a quienes están dirigidas las palabras.
La desmoralización de la sociedad de la mano con el desorden estatista y la anarquía de los poderes fácticos, ha logrado que las artes en general estén relegadas a otro tiempo, como que asisten a su entierro. El arte muere cuando muere en el pueblo. No lo pueden matar, tan sólo en la prensa y en los editoriales. Mientras haya una persona creyendo en la belleza, existirá la poesía.
Si miramos los programas de nuestros futuros gobernantes, las artes no figuran, tampoco los colegios; sólo la economía, que sube al tambor rimbombante de aquel país del norte.
La ausencia que deja Benedetti, se suma a muchas faltas y espacios que han dejado los grandes y verdaderos próceres de latinoamérica. Lugares difíciles de llenar, imposibles. pero son hálitos de lucha, son pan de combate. La relectura de aquellas luces del pasado cercano nos asirá firmemente al presente inmediato y nos guiará en la batalla contra aquellos que se rigen por números y gráficas económicas y que han sabido ocultar la savia verdadera del mundo, el arte.
Nunca las muertes han sido en vano, cuando son muertes sentidas por la gente. El pueblo da el sitial que se merece a sus artistas. Lo supo Neruda, Huidobro, García Lorca y muchos otros que han sido el abono para el nacimiento y proliferación de la belleza de las palabras. Benedetti, lo supo también. Su paso por este mundo no fue inocuo, bien lo sabemos quienes lo leímos, lo leemos y lo leerán en el futuro...

martes, mayo 19, 2009

Pasatiempo de niño (A Mario Benedetti)

De pequeño nunca fui muy amigo de los libros. Me entretenía con las portadas y con la biografía del escritor más que con el contenido. Me encantaba sí, coleccionarlos. Tuve y tengo muchos. Sin duda, la sublime forma que tenía de enterarme que existía la poesía y otras cosas lindas, era a través del colegio, el único lugar de entonces donde se nos abrían las ventanas y las puertas para poder conocer, conocernos y huir. Esos años eran muy difíciles. En aquel tiempo, la muerte no existía (para nosotros, niños) y podíamos bañarnos en un charco como si fuera el océano.

Fui creciendo y necesité en aquel momento de transición entre la niñez y la adolescencia, una tregua para detener el tiempo y pensar dónde continuaba la senda. Conocí a Benedetti a través del romanticismo que comenzaba a aflorar en nosotros, jóvenes sensibles y subversivamente modestos. No era el tiempo de la poesía y el amor estaba pasado de moda. No había un decreto que impedía la lectura y aún quedaban muchas flores sin deshojar. Entonces, a lo lejos, percibía aquella voz que susurraba desde el exterior invitando a no desfallecer en la idea y me calmaba pensando que todo pasaría pronto. Ya la muerte rodeaba el ambiente, pero, aún para mí era sólo una palabra y corríamos a jugar al estanque del estadio Vulco, que para nosotros era como un océano.

Pronto estaba cantando con mi guitarra, si te quiero es porque sos mi amor, mi cómplice y todo… y jugaba a ser grande metíendome en los líos del amor. Con la ayuda de Mario Benedetti, lograba mis conquistas y con la asistencia de mi hermano, las perdía. En el liceo tomaba mi lápiz y trazaba algunos versos en la hoja mientras mi maestro de historia nos hablaba de la virtud de ser sanbernardinos. Mi pelo crecía rápidamente y mi voz se tornaba más gruesa al igual que algunas rabias que venía acumulando como si fueran piedras del camino. Pasábamos, con mi hermano, las vacaciones en Rapel. No reservábamos del mundo sólo un rincón tranquilo, no nos llenábamos de calma. Aquel lago era para nosotros un océano y nos entristecíamos con la muerte de mis abuelos y con las muertes de los otros.

El tiempo es como un pasatiempo, desfila muy rápido y se va sin darnos cuenta. El tiempo es como la vida, no nos avisa que lleva prisa y quiere pronto terminar la carrera. Mientras la vida, el tiempo y los soldados pasaban, yo escribía, cantaba, jugaba, soñaba. Sentía ruidos afuera de mi casa, pero yo seguía inmóvil; inmutable en mi tregua juvenil, leyendo en los apagones, yendo hacia algún recuerdo que yacía imperturbable en mi memoria, una palabra.

Necesitaba definir qué iba a ser de mí para el resto del tiempo… La pedagogía llegó de la mano de la revuelta, de una guitarra y un compromiso. No quería nada más que cambiar y cambiar el mundo, aunque fuese inmenso, hostil e incontable. Nunca congelé el júbilo ni quise con desgana a pesar que el infinito se encogía peligrosamente. Aquella tregua que me dí leyendo a Benedetti, produjo eso difícil de explicar, pero que te provoca, te llama, te llena de ira y de paz; te produce pan, te inspira, te acerca a la verdad, como la que nos duele en estos largos instantes.

Hoy sabemos realmente qué es un océano, sabemos que el futuro es una fe de erratas y ya echamos a andar nuestra fábrica de nostalgias. Tenemos claridad y conciencia que la muerte comienza a ser la nuestra, porque perdimos una de las estrellas que nos guíaban el camino y sus recodos. Te perdimos, Mario, y estamos asistiendo a nuestra propia muerte. Pero, lo hacemos con solidaridad y gracia, tan sólo para gritar ¡Patria! con bronca y tristeza, a una sola voz.

viernes, mayo 15, 2009

Qué fue del amor?

A medida que pasan los momentos, las evaluaciones, los resultados, las noticias… nos podemos ir dando cuenta de lo que se espera de nosotros los maestros para la educación en este tiempo de crisis inducida.

Nuestro rol ha ido mutando desde hace algunos años y no es por que toma algún color político o baila a un ritmo dado por cualquier batuta de circo. Es porque la sociedad nos ha planteado un nuevo desafío: hacer de un poco, algo, con nada. Es fácil de entender, nos dejan al cuidado de futuras generaciones con el afán de que nada cambie (de alguna hipnótica forma logran esto). La televisión, los propios textos escolares, la radio, los medios de desinformación, son todos nuestros enemigos. Ellos echan a la basura en un segundo lo que nosotros podemos lograr en todo un ciclo de enseñanza: valores, respeto, humanidad, aprendizaje, amor.

Creo que de alguna forma las herramientas TIC,s pueden ayudar a vencer esto o, al menos, paliar en algo la propaganda adversa diaria; ya que existe “libertad” de elección de lo que se quiere ver o informar, hay millones de lecturas, otros mundos, imágenes, cultura, poesía. No sólo violencia y desamor, como nos tratan de sugestionar los poderosos a través de sus medios. Internet puede ser un gran aliado de nosotros los maestros, no hay seis canales de televisión que no sirven de nada, no está la violencia y el terror que aparece en Megavisión, no están los íconos sexuales de Infieles o Yingo, las cárceles de Mea Culpa, los 133 de los otros canales ni los diagnósticos de una muerte anunciada. Tal vez haya cosas peores, pero hay también mejores, mucho más hermosas, reconfortantes y más positivas. Es decir, hay un abanico de posibilidades, no la propuesta subliminal del acabóse que nos invade en la televisión abierta, que es la que muchos de nuestros niños están condenados a ver.

Nos han hecho creer que sólo los contenidos de ciertas áreas son importantes, un lenguaje mínimo y una sumativa rápida, un leve mirar de la naturaleza y una pérfida y malintencionada visión de la historia. Pero, dónde está la belleza de las artes? En qué quedó la importancia de la actividad física para ser mejores y más sanos? Los “genios” que crearon los programas educativos, los hicieron pensando en otra realidad, o a la rápida, porque tenían que rendir cuentas a bancos extranjeros u otros capitales. El gasto que han hecho en educación, aquel que se habla en los discursos de los 21 de mayo, en qué parte del camino se quedó, que no llegó hasta mi escuela? Da la sensación que nada puede cambiar o que hay manos negras (señores oscuros) que no quieren que nada cambie.

Pero, ahí se alza esta herramienta del internet (y algunas otras). Ahí están todas las posiciones, como ésta. Ahí están todos los colores y no sólo aquellos del arcoíris desteñido de la concertación. Ahí están todos los pensamientos y no sólo los editoriales de los Claro, los Piñera y otros dueños de medio Chile. Ahí uno puede ser libre, puede elegir. En la escuela, nuestros niños no pueden optar; estamos los maestros, los directores, la gente de arriba, de más arriba y de aún más arriba, imponiéndoles cosas a conveniencia de otros que están aún mucho más arriba, como dioses. Algunos dicen lo que los niños tienen o no que aprender (dioses). Otros juegan con los dineros que nos han sacado de los impuestos y deciden dónde van a parar los pesos (a las escuelas no, por supuesto). Otros fiscalizan, “cuidan estos dineros” (dioses menores); otros más audaces crean instrumentos como el Simce, para medir lo que nuestros alumnos no han aprendido de lo que ellos necesitan que aprendan, para “rendir cuentas” a sus dioses (dioses ejecutivos).

Nuestros niños se han transformado en puntaje. Los han transformado de la noche a la mañana en un vil puntaje. - “Cuántos puntos tienes tú, niño, para ver si estás apto para esto o para lo otro, si mereces este beneficio o no, si realmente necesitas desayuno o si mereces un almuerzo. Si tienes harto puntaje, eres mi aliado y aliado de la escuela, pero de lo contrario, no vengas a dar esa pruebita Simce, que nos jodes a todos…, porque al final todos somos un triste puntaje”.

Dónde está el amor, esa palabra mágica que nos hace superiores, que nos hace sentir y palpar que no estamos solos, que te tengo tanto como tú a mí?

Parece ser que se extravió en el tiempo. Hoy el terror y el miedo ocultan el amor, pero, el amor existe, señores! Quieren que desaparezca y lo han hecho desechable! Pero, existe, amigos!

Ese es nuestro rol ahora, recuperar el amor y darle el sitial que se merece. No debemos seguir creyendo que quieren lo mejor para nosotros, nosotros debemos saber qué es lo mejor para cada uno de nosotros y, como maestros, lo que es mejor para nuestros niños. Debemos darles a ellos las herramientas de la elección, no la imposición abismal que existe ahora. “Los medios en Chile son pluralistas”, patrañas! Nuestros alumnos no tienen elección, los maestros no tenemos elección. Tal vez nosotros estemos un tanto perdidos (aunque no del todo), pero, ellos son niños, tienen el tiempo y pueden tener las ganas de hacer que las cosas cambien. Nosotros debemos abrirles las ventanas para que sean libres, para que sueñen que otro mundo es posible, para que luchen con lo adverso hasta vencer la imposición de este sistema cruel.

Debemos lograr volver al inicio de las relaciones humanas, debemos recuperar el amor. Sólo así, no volveremos ver golpearse salvajemente a dos alumnos de primero medio en la televisión, dejaremos de mirar las balizas de la policía a cada instante. Debemos ser capaces de lograr esto y torcerle la mano a aquellos que no quieren que esto cambie, a aquellos encubiertos oscuros que se valen del caos y la incultura para hacerse de poder y dinero.

Ronnie Pérez, Profesor-Músico.

miércoles, mayo 13, 2009

Nuestro mundo

(Artículo publicado en revista profedigital el 5 de abril de 2009)

Hace un rato nada más estaba “armando” un diario mural sobre el día del libro para este 23 de abril. Digo “armando” porque era más bien una instalación visual que contenía muchos elementos, algunos de ellos interactivos y otros que podrían tomarse como hipervínculos (links a sitios web relacionados con el libro).Es muy interesante lo que pasa en estos tiempos, donde se nos recomienda desde las altas esferas de la educación, bombardear a nuestros alumnos con lenguaje y matemáticas, dejando de lado otras áreas, como las artes visuales, musicales o la tecnología, aún inclusive en un mundo donde la gráfica prácticamente ha reemplazado al texto.No es para nadie nuevo que aún estando en esta “semana del libro” o sabiendo la necesidad de la lectura, nuestros niños no lean. Hay que obligarlos. La lectura abre posibilidades de sueños, de otros mundos… de viajar o conocer sin dinero, que ya es importante. Para nosotros, gente del siglo pasado, era nuestro único medio de poder lograr esto y más. Pero ¿qué pasa con nuestros alumnos? Con sólo un clic están recorriendo en 360 grados la ciudad de Machu Picchu, con otro, están ya dentro del museo de Bellas Artes observando a Matta, en otro instante leen El Principito con imágenes en movimiento. Parece una locura.Un libro permite la imaginación, uno crea un mundo propio en torno a él. Creatividad. Belleza. Las nuevas tecnologías lo presentan ante nosotros tal cual son, la realidad y la rapidez de la información.Me encanta leer y me fascinan los libros, pero, también me gusta tener mi computador al lado y viajar… Debemos pensar y asumir que estamos en otro tiempo. Este es un nuevo desafío para los maestros. Esta era es, sin duda, la más difícil, porque cambia a cada instante, porque lo nuevo dura menos que antes, porque hay que estar actualizados casi como un antivirus o si no perdemos credibilidad y nuestros alumnos terminan mirándonos como a un celular sin bluetooth.Hay que acercar estas tecnologías a los niños con respeto y claridad, porque al final ellos igual se van a acercar a ella, tal vez con menos disciplina o una menor conciencia valórica. Presentarles esto, que ya no es nuevo, de buena forma, porque van convivir durante mucho tiempo con estas herramientas, así como nosotros lo hacemos con nuestros libros que leemos y que para ellos es casi incomprensible, porque lo creen pasado de moda.
Hoy, en la jornada de reflexión, nos hablaban de resultados, que el Simce, que cada niño es un puntaje, que el lenguaje, que las matemáticas, que bla y bla y más bla… tomé un libro y comencé a leer, a imaginar, a crear, a soñar, me dieron ganas de dibujar, de cantar a los personajes. Pensé que el texto podría tener un hipervínculo hacia algunas imágenes, paisajes o hacia algo que no entendía, pero ya ven: el mundo que nosotros los maestros pensamos es muy distinto a lo que las autoridades quieren… o necesitan.
Ronnie PérezProfesor-Músico