domingo, febrero 26, 2012

Recordando la música...

Muchos recuerdos retornan a mi mente cada vez que escucho alguna música. La vida es como un festival de sabores, olores y sonidos. Se mezclan, retuercen, se encajan allí, en algún recóndito lugar de la carne, hurgando, haciéndose un espacio, un órgano más dentro del carrusel interno. Pasa a menudo con alguna canción de aquellas, de la infancia, aquellas que escuchaban los tíos o los abuelos, los amigos del colegio, los compañeros de cada lucha en su momento. Son como un río que atraviesa vertical la vida, como la raíz de un árbol enorme. Sí, escuchar música es hablar de mi país, de la injusticia, de la alegría, del dolor, la bronca y el desahucio moral. La música que hago propia, que me la enseñan, que la aprendo sola, desde la radio, de tu voz melodiosa, de tu playlist…
Escuchando a Manuel García, me siento tres años menor. Es como redibujar aquella época en que nos conocimos, en que bosquejamos un futuro incierto, en que planificamos lo que no resultó y lo que logramos, aquello inesperado y tierno, es lo más hermoso que jamás hubiésemos añorado o pensado. Manolito con sus canciones, me trae a la memoria aquella música de aquellos años, donde mi puerta se abría a los sonidos de la nueva trova chilena y la vieja ola española y latinoamericana. Donde mis discos ya estaban rayados y mis cassettes yacían en la ventana…
(De tanto escucharlos pensé que estábamos en un país distinto, en una socialista república de la esperanza, creía que el tiempo se había detenido en el setenta y que Allende discurseaba en alguna pobla de por ahí…)
Y me recuerdan a viejos amigos que ya no están: Juanito (me lo imagino paseando por el cementerio, por donde yo trotaba). Al final somos todos pasajeros esperando la estación final. AL Rodri y Baly, compañeros de épocas tan distintas, pero tan miserables de justicia, como el ahora…
Agradezco a la vida que me trajo a ti y a tus canciones, aunque me den pena los recuerdos. Lo vago de mis recuerdos como lo vago de mi capacidad de oler me distrae de lo correcto… Agradezco a Gabriel, que me proyecta unos años más en la enviciada manía de no envejecer. Agradezco a la música, causa y solución de la mayoría de mis problemas. Agradezco el tenerte y recordarte a la vez (aunque no te hayas ido) junto a las canciones que me mostraste y que hoy escucho mientras escribo. A mi hija que escucha las mismas canciones (y otras por supuesto).
Pero, tres años atrás (casi cuatro, ya) escuchábamos esto… y nos enamorábamos, y nos engrupíamos, y discutíamos; y creímos en lo nuestro y ahora estamos aquí… a un par de metros de distancia, formando un triángulo con nuestro hijo, el triángulo de la vida, una comunión entre el ser y el estar, entre el decir y el hacer, la praxis de los sueños.
Te amo más que hace tres años…

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