miércoles, abril 07, 2010

Mi viaje...

De un tiempo a esta parte la llovizna se me hace necesaria. Anhelo aquella libertad de gaviotas en verano. El viento me comienza a ser aún más amigable que antaño. Mis sutiles esperanzas y mis sueños de la vida tienen un norte que precisamente no es el norte. Ese punto cardinal me es extraño e indiferente. Mi norte es el sur. La lluvia y aquellos aromas de la primavera, los pastizales y las pampas, los ríos y los hielos azules de pavoroso frío, las noches estrelladas y los estrechos pasos y mares hacia un continente infinito, la araucaria de hierro y los volcanes de espuma apuntando al cielo. Todo me lleva a esos veranos de andadas. A esos viajes celestes por bosques y glaciares. A aquellas caminatas buscando el mar o un pájaro cantor perdido en la paz de la brisa maulina. No se trata de escapar de una vida, sino de mutar la transparencia y los fulgores hacia el resto de mi alocado tiempo. No en vano se acerca un año más y los tritantos van quedando muy atrás. Mirar hacia adelante con la paz del tiempo pasado. Recoger aquellos espacios de diversión y tristezas y acomodarlos en la mochila grande junto a las fotos y los abrazos. Creo que mi tiempo acá se va acabando. Me llaman otros trinos y unos bosques indómitos me esperan del otro lado de la patria. Han sido necesarias muchas partidas y muchos recovecos oscuros cenicientos para dar paso a este nuevo tiempo. Todo mi tiempo y mis fuerzas han quedado en lados inimaginables, sin embargo, no siempre han estado conmigo en la cuenta final. Han virado por rumbos de tambores y luchas humanas. Planeo un viaje. Un viaje extenso y nómade por la patria. Planeo asentar la convivencia junto a un árbol y a una escuela. Planeo a poco tiempo, a meses. Cierto pedazo de mí se aferró al sur, se trajo puentes y leñas. Se quiere llevar guitarras y barricadas. Se quiere asir a la cruz del sur, a la Patagonia, al amor...

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