viernes, mayo 07, 2010

Salgan de mi pantano…

Érase una vez la historia de la educación chilena. En un pantano trabajaban los profesores con los profesores jefes, con los profesores directivos y con los profesores sostenedores que aún los sostenían dignamente. Su tarea: enseñar. Los niños del pantano eran muy distintos a los de ahora, eran niños. La familia a su vez, era una familia, una verdadera familia y, la escuela, un lugar más donde aprender, como en la televisión o el Play Station. De un pronto aparecieron ellos, investigando, escudriñando, tratando, intentando… nos quitaron a nuestros alumnos a nombre de problemas varios tanto de aquí como de allá. Y siguieron llegando: asistentes, técnicos computines, desasistentes desmemoriados y mediadores, psicozoológicos, desventurados y avemarías. Gente que no era del pantano. Que invadía el pantano. Debía ser un invento o un ensayo más de los ágiles de la educación, del misterio o del ministerio de educación que tan noblemente dirige un títere a nombre de un titiritero en jefe mandado por el sistema –se pensaba-. Han tratado tanto de sacar a nuestros niños adelante, que dan palos de ciego y lo único que hacen es crear mano de obra barata para el futuro y las empresas de estos titiriteros vivos, hijos de un Gepeto gringo que se esconde como dios. Pasó con los nuevos programas de estudio creados para otros pantanos de un universo paralelo, con la reforma que no reforma, cual Sename y con la jornada escolar completa con mayo que tiene a todos con hambre y sin recursos.
Y llegaron ellos, con sus cuadernos y carpetas, con sus teorías y con su desplante sereno, con su hablar intrínseco de lo que no se ve, como religiosos de una fe aún más extinta que la actual… actuando cual Jesús: que hay que integrar a los desintegrados, que los que no son de acá ahora lo son, que hay que hablar con las familias, que éste tiene unos problemas terribles, que este otro sufre por nada… Dejad que los niños vengan a nosotros… Y siguieron llegando, medianamente mediando mediante mediadores con sus teorías de “atrás sin golpes”, con sus sicopedagogías de otro orbe, con sus asistencias sociales (podrían asistencias socialistas), con sus departamentos medianamente armados en una Corporación ultrajada por ella misma a tratar con estos pseudodelincuentes en que se han convertido muchos de los alumnos del pantano, gracias al olvido de las autoridades que sólo se dedican a justificar dineros a nombre del Estado, y que gracias a sus efectos especiales culpan a los inocentes y ensalzan a los traidores.
De repente, el pantano se llenó. Niños había muy pocos, los profesores se fueron extinguiendo y han ido quedando sólo ellos. La escuela se fue muriendo porque se necesitaban resultados. El huracán Simce dejó en pie sólo aquellos colegios en que los jefes supremos tenía aportes y negocios, los privados. Y aquellos dignos resultados indignos de las escuelas injustificadamente municipalizadas eran siempre culpa de los maestros, cual hoy. Ellos ya no podían con mil alumnos dentro de la sala. Tampoco había espacio dentro del pantano, estaban todas las dependencias utilizadas por ellos. Y todos los demás del pantano, los que llegaron y los que siguen llegando, no podían enseñar a sumar, porque no era lo que les enseñaron a realizar. Ellos trabajan con los problemas y sus cabecitas o con sus cabecitas y sus recuerdos maltratados por el régimen. Los resultados fueron cada vez más deplorables, pero el cenagal estaba lleno. Mi pantano estaba lleno. Sumemos a esto la decadencia dirigencial y moral de los dirigentes y directores del pantano y de todos aquellos que ansían el poder supremo del pantano con todos sus cofres con el oro y sus títulos honoríficos para seguir escalando posiciones en la vida económica.
Mi escuela se está muriendo. Más que aquellos que han invadido el pantano, necesitamos con urgencia doctores para el alma y enfermeras para atender a los ilusos que creen que esto va a mejorar así.
Sin duda, somos los dinosaurios que prontamente se extinguirán con el asteroide Lavín-Piñera001. Cuando el pantano vuelva a las manos de quienes lo han mantenido por años, con la humildad que se merece una labor tan noble como la que realizaba la escuela Normal, quizás esto mejore.
El pantano está atestado de gente, bien por sus trabajos y familias, pero esto quiere decir que algo no marcha bien. Ni ingenieros ni calculistas en el aula, ni abogados ni rentistas, ni biólogos ni dentistas. Necesitamos un scanner a todo el sistema. Una inversión en reestructurar desde el “misterio” de educación hacia abajo y de fiscalizar el oro que se entrega a manos llenas para los alumnos que al final no reciben ni cobre, porque se va “perdiendo en el camino” cual droga incautada en el desierto de Atacama.
Las escuelas para los profesores y los profesores para sus alumnos, con entereza y armonía, con voluntad y parsimonia. Con un trabajo concienzudo y sin perder el rumbo. La crema que tiene en mi patria el sistema inoperante que hoy opera libremente mercantil, dejémoselo a los estudiosos, a los opinólogos, a los sastres y a los políticos. Y cuando ya no se pueda más, tendremos que reescribir nuestra propia historia, nuevamente, con los tintes sonoros de una revuelta.

Ronnie Pérez. San Bernardo…

(Esto es sólo ficción. Cualquier semejanza con la realidad, hablar con Walt Disney, una vez que se descongele…)

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