miércoles, junio 02, 2010

Sismografía de la Educación

…Arreglando una puerta… temblor… Mientras martillo y reparo pequeños detalles se me viene la vida a la cabeza (al menos no el cielo). Sin pudor desfilan imágenes de muchos lados. Del pasado, mucho del presente y bastante proyección, también. Trato de concentrarme, pero no me es fácil. Que la escuela, que el trabajo, que los niños de Chile… que las diferentes formas de mirar el arte de la educación, entre el profesorado, los directivos, los docentes y las autoridades del Ministerio. Nunca uno está contento realmente. La felicidad se compone de muchos elementos.
Pasó lo del terremoto. Es decir, el temblor, los 8.8 en sí. Aún queda mucho por armar y reconstruir. Pero las grietas de los muros de mi escuela, se asemejan a las grietas del sistema en general. A diario vemos como se va perdiendo la esencia de educar y va ganando espacio la instrucción de la defensa personal. Ya he hablado anteriormente de la falta de espacio físico que tienen nuestros niños en sus hogares, que la delincuencia, la drogadicción, la televisión, etc. Estos son factores que no pesan al momento de las evaluaciones, no pesan en las esferas más altas del poder. Sólo pesan a quienes se desenvuelven aquí, es decir, sólo nos pesan a quienes estamos involucrados fehacientemente en esto. Lo triste es ver como se van perdiendo las generaciones. Como se van quedando atrás tecnológica y valóricamente y se van sumergiendo en un mundo que está en constante cambio, pero que no pueden salir a flote, porque una vez alejados de la escuela, muchas veces, no conocen un hogar mejor.
La escuela los acoge, los abriga, los alimenta, los socializa, los cuenta y les enseña. Es su hogar-familia o el concepto más cercano a eso. A fin de cuentas, la escuela se ha mantenido como un lugar importante dentro del proceso de crecimiento de los niños. Es decir, aún no concebimos la enseñanza fuera de esta estructura, porque educar es mucho más que aprender a leer y sumar. Educar engloba miles de muchos otros aspectos que se manifiestan a diario en la comunión profesor-alumno o alumno-comunidad educativa. Muchas veces se nos van los días solucionando problemas que no son precisamente de comprensión lectora ni de ecuaciones, sino que son dificultades de agresión, robo, alguna discusión valórica y de respeto u otras. Quien no ha estado nunca en un colegio, una sala de clases de básica, un recreo o una reunión de apoderados, no sabe realmente lo que allí sucede. Por eso, hay “especialistas” en muchas áreas participando de la educación y no en su área específica; teóricos fabulosos en sus teorías de la enseñanza-aprendizaje creando programas de estudio y adecuando a su antojo lo que nuestros hijos debieran aprender. Por eso está aquella innecesaria necesidad de que otros profesionales no pedagógicos realicen clases y hagan pedagogía a los niños. Debe haber otras ideas coyunturales tras esto o el pensamiento sistémico es seguir improvisando con lo que no se improvisa.
Ni hablar de las evaluaciones. Si hablamos de la heterogeneidad de los alumnos de un curso y de buscar mecanismos e instrumentos de evaluación acordes a cada uno de ellos ¿por qué no hacer lo mismo para evaluar la heterogeneidad de los colegios de Chile? Todos los resultados apuntan a afianzar la “calidad de los colegios privados”. Nos querrán decir que hay que privatizar todo. Obviamente los instrumentos evaluativos apuntan hacia lo que ellos quieren y lo están logrando. Si hiciéramos un Simce acerca de la honradez, la solidaridad, la calidad humana u otros valores, ¿seguirían punteando los rankings los colegios privados?
Debemos buscar el consenso como país acerca de lo que se necesita en cada establecimiento, obviamente buenos resultados y que los niños aprendan. No podemos instalar un Instituto del Cáncer en un lugar donde la gente se enferma de sida. No podemos exigir a un hospital que mejore a sus pacientes cuando se están muriendo en el baño por falta de espacio y cobertura. No concibo el Nido de Águilas en una población así como a una escuela humilde en Lo Curro. Las diferencias ya están dadas desde hace siglos, las entrega el sistema salvaje en que vivimos y las sigue ampliando. Hagamos de esas diferencias un aprendizaje y llevemos las necesidades donde corresponda: recursos donde no los hay, humanidad donde se perdió, cordura a los ministerios, honradez a las corporaciones y Dem o Dae, bienestar a los niños, república popular al gobierno. Eso es la democracia de los valores materiales o materiales valóricos y la oligarquía de la tortilla que se da vuelta.


Letrot, 31 de mayo de 2010.

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